De camino a mi casa, en el autobús que cojo para volver desde el trabajo, conseguí un asiento al lado de una persona bastante mayor. Hasta aquí todo normal, no cojo asiento todos los días, pero tampoco tendría nada de espectacular.

Sin embargo, a los pocos minutos el autobús, de la línea 27 de urbanos de Sevilla, se pone en marcha y conseguimos salir de La Plaza de la Encarnación y yo con mis auriculares puestos escuchando alguna emisora de radio con informativos. Pasamos Calle Imagen, entramos en Almirante Apodaca, y paramos en el semáforo. En este momento, la persona de unos 80 años de edad que estaba al lado, empieza a hablarme como si fuese un nieto desconocido, con el tono de amabilidad que suelen hablar las personas mayores justo antes de empezar a contarte sus curiosas batallitas de infancia o de la guerra civil, de la mili.

«Mira, ¿ves esa tienda de la esquina?» señalando a una tienda casi en la esquina de la Calle de Francisco Carrión Mejías. «Ahí, justo ahí, había un bar llamado 6.40pesetas, pues cuando yo era joven, un niño, te estoy hablando de hace unos 75 años, pasaba por ahí un guardia todas las tardes al final de su jornada a tomarse su copa de vino y este caballero», remarcándolo de un poco irónico ,«traía también a su caballo y pedía una copa de vino para él y medo cubo de vino para su caballo, que se tomaban muy gustosamente… Bien pues todos los niños del barrio esperábamos a que saliera porque el caballo salía siempre mareado, con las patas daleadas e incluso alguna vez, el guardia, con su borrachera y la del caballo, acabó en el suelo, ante las risas de nosotros, los niños» terminó de hablar el viejo.

Tan educado, como que me pidió perdón por si me había interrumpido o molestado la historia, siendo completamente al revés, estaba encantado, la forma en la que lo contó, no tan plana como la he contado yo, pero de una forma como si estuvieses leyendo un libro infantil, te hacía prestar un especial interés.

No es de las primeras veces que me hablan de sus historias de infancia o cualquier otra cosa, algún que otro jubilado en el autobús. Pero lo extraño de esta vez, es que la conversación se quedó ahí, poco más que una historia graciosa. Es curioso, porque normalmente, cuando se empieza una conversación de estas, no se termina hasta que no te bajas del autobús, pero esta conversación, en este caso, parece muy apropiada para un relato corto.